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El Paradigma de la Belleza

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  • El Paradigma de la Belleza

    Según cuenta la leyenda, Chen Qigang, el director musical del espectáculo de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín, le preguntó a su espejo mágico:
    -Espejito, espejito ¿quién es la niña más bella de China?
    Y éste contestó:
    -Lin Miaoke.

    Por ello y aunque su voz era preciosa, la pobre y fea Yang Peiyi no pudo cantar en vivo ni en directo las estrofas de Oda a la Patria durante la inauguración, sino que grabó la canción y en su lugar apareció Lin Miaoke deslumbrante y hermosa… e hizo playback.




    Parece ser que la moraleja es que si el aspecto físico no encaja dentro de los parámetros de belleza de la sociedad –china, en este caso-, es sustituido por uno más atractivo.

    Actitudes de este tipo, ocurren a diario en todo el mundo y cuando toman relevancia pública, traen consigo cuestiones más profundas, como si esto constituye o no un acto de discriminación y qué implica afirmar que alguien no es tan lindo como otra persona, es decir, cómo se mide lo que es bello de lo que no.

    Hay quienes sostienen que la belleza es lo que resulta agradable a los sentidos y que por lo tanto causa placer. Sin embargo, no todo lo que causa placer es bonito.

    A su vez, el canon a partir del cual se rige lo que es lindo de lo que no, es una variable que cambia según el momento histórico y sobre todo, según la cultura en la que se esté inmerso.

    La humanidad rendida a los pies de la apariencia física

    Si bien desde el antiguo Egipto se conocen algunos detalles de la importancia del cuidado del cuerpo y de la estética, las primeras referencias sobre las medidas de la belleza datan de la Grecia presocrática.

    La escuela Pitagórica indicó una fuerte conexión entre la matemática y la belleza y advirtió que los objetos que poseen simetría son más llamativos. Lo armónico, lo proporcionado era considerado como lindo.

    A su vez, los griegos no toleraban ni la grasa ni los senos grandes. Que ellas, además, poseyeran un cuello fino y esbelto y piel blanca era necesario para conseguir la perfección.

    Durante el Imperio Romano, los hombres y las mujeres se maquillaban, se peinaban y se depilaban. El romano ideal debía ser alto, con boca pequeña, piernas largas, una amplia frente, una nariz fuerte y perfil perfecto.

    En la Edad Media, la belleza dependía de la intervención de Dios. Lo bello, lo bueno, era una creación divina y lo feo, algo malo. El maquillaje se consideraba pecaminoso porque desfiguraba lo que Dios había creado. La mujer medieval debía tener piel blanca, cabello rubio y largo, rostro ovalado, ojos, nariz y seños pequeños, labios pequeños, torso delgado, caderas estrechas.

    En cuanto a los hombres, debían ser altos y delgados, fuertes y vigorosos, esbeltos con pecho y hombros anchos para aguantar la armadura y piernas largas y rectas.

    El concepto de belleza volvió a ser el de la antigüedad clásica a partir del Renacimiento, valores que se habían perdido en la Edad Media, como una concepción más naturalista.



    El ideal de mujer consistía en tener un cuerpo muy curvado, ojos grandes y claros; hombros estrechos; cintura, cadera y estómago redondeados; manos delgadas y pequeñas; pies delgados y proporcionados; dedos largos y finos; cuello largo y delgado, senos pequeños, la frente alta y despejada, y la piel blanca.

    Sobre gustos no hay nada escrito

    Mujeres jirafas: en algunos pueblos de Birmania la belleza se mide por la cantidad de aros que una mujer logre colocarse en el cuello. Algunos pueden llegar a los 25 cms., hasta deformarlo tanto que si se los quitan, se les romperían los huesos.

    Las etíopes deforman sus labios con discos de arcilla. En otras tribus se estiran las orejas o permiten que les venden los pies desde pequeñas porque los pequeños eran juzgados como más lindos.

    La mujer tuareg es valorada según la mayor cantidad de michelines que consiga acumular en el vientre. A las adolescentes de Papua, Guinea, les estiran los pechos para dejarlos caídos; así tendrán más posibilidades de casarse.

    La cultura maya consideraba que tener estrabismo era bello, por lo que las madres ponían jarras delante de sus hijos para que crecieran con este defecto.

    En la literatura clásica muchos poetas extrañaban los hoyos de las piernas de su amante. La celulitis, que en esa época resultaba excitante, hoy es la mayor pesadilla entre las mujeres.

    Culto a la imagen

    En su libro Historia de la belleza, Umberto Eco, asegura que a lo largo de épocas, y de muy distinta manera en cada una, la belleza es un propósito persistente y un anhelo profundo.

    Por ejemplo, las mujeres ricas de antes debían ser gordas para demostrar que no tenían por qué trabajar y que comían en abundancia. Hoy, la obesidad se considera una epidemia que provoca miles de muertes debido a enfermedades derivadas del exceso de peso. Lo que hoy tiene éxito y vende es un cuerpo delgado y ágil.

    Y si bien la industria de la belleza impone parámetros difundidos en los medios de comunicación imposibles de cumplir, desde siempre la mujer estuvo sujeta a arquetipos irreales, quizás, algunos más que otros.

    Durante el siglo XVIII, marcado por la Revolución Industrial, en Francia se utilizaba el corsé y el miriñaque. Estas estructuras incómodas y pesadas de aros de acero y telas, daban volumen en las caderas y los glúteos de la mujer, así como la ilusión de una cintura de avispa.

    Sin embargo, el uso de esos accesorios causaba malformaciones en los órganos femeninos y daño en la psiquis, porque la mujer estaba obligada a aparentar que era una mujer decente y que ella y su esposo gozaban de un alto nivel económico.



    Todo este tipo de costumbres, la de las culturas ajenas a la nuestra y las de antaño que nos da la impresión de ser tortuosas, no están lejos de lo que se vive en la actualidad. Usar tacos, hacer dietas extremas y sufrir de trastornos alimenticios, vivir en el gimnasio, someterse a cirugías estéticas y querer ser joven por siempre, son algunos de los rasgos que identifican nuestra era.

    Cuando sea grande, quiero ser como Barbie

    Según Maria Isabel Gómez, psicóloga, "una persona insatisfecha busca la aprobación social a través del aspecto físico que marcan los cánones de la sociedad actual. En la publicidad y en las series juveniles, aquellos que triunfan, que son los primeros en todo y que consiguen al mejor chico o chica suelen ser personas delgadas, guapas, casi perfectas. Y esto no responde a la realidad".




    Los hombres y las mujeres gastan mucho dinero, y pasan horas y horas en el gimnasio, controlan las calorías de las comidas, usan cosméticos, cremas antiage, toman sol, siguen las modas al cambiar el corte de pelo y la ropa cada año, y se operan para alcanzar ideal de belleza: una figura fina, muy delgada, apariencia deportiva equilibrada, piel tersa y bronceada, ojos grandes, nariz pequeña, boca grande y labios gruesos, medidas 90-60-90, senos grandes, panza liso, dentadura perfecta, pelo y pineras largas y estar siempre joven.

    Aunque la mayoría de las mujeres no se sienten incluidas en los parámetros de belleza que se difunden desde los medios de comunicación y aunque haya leves indicios de que dichas pautas están empezando a cambiar, aún estamos lejos de ello.




    Sin dudas, el ideal de belleza es reflejo del modo de vida de una sociedad, muy particular en cada cultura y en cada momento histórico.



    Por lo cual, ¿por qué se ve como algo malo excluir a alguien de la pantalla televisiva por no ser estéticamente atractiva si el objetivo es mostrar gente bella según los parámetros que hoy la rigen?
    No soy médico, mis consejos y opiniones están basadas en mi visión personal del tema.
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